lunes, 30 de septiembre de 2013

Confesiones de un consumidor de marihuana

El 6 de marzo del año 2012, un ratero [un fiscal anti-droga, Gregorio Blanco], al mando de 10 ó 12 rateros fuertemente armados [valientes miembros de la Fuerza especial contra el Narcotráfico FELCN], inventaron que “de actividades sospechosas por la noche” habían “deducido la existencia de un invernadero de marihuana”. Con una orden de allanamiento entraron a robar todo lo que pudieron a mi casa [celulares, laptops, encendedores de lujo, pipas de lujo, producto de una larga vida de afición al cáñamo]. Mi padre estaba bebiendo aquél día, con unos conocidos, celebrando el día del Alto, la última canallada de la policía fue acusar a mi padre de ser mi cómplice, de encubrirme, de ser parte de un clan familiar [sic, familia, familiar?], para distribuir [microdistribuir] marihuana por toda la ciudad de La Paz, desde luego mi padre no había hecho otra cosa que golpear e insultar a los policías que se llevaban mis macetas riendo y pensando que estaban haciendo algo heróico. Nunca olvidaré que mi padre golpeó e insulto a esos ladrones, por lo que tuvo que estar encerrado conmigo en la cárcel por varios meses…
Primero que nada, yo si fumaba marihuana, unos 10-20 cigarrillos al día, también bebía café, te, leche, como tenía un invernadero de marihuana, hacía varios años que había dejado el alcohol [la droga con la que tuve mayores problemas], y nunca me gustó demasiado la cocaína; la única droga que dejé hace años y creo que nunca volveré a probar es el tabaco [la más dañina y adictiva de todas]. He calculado que en toda mi vida he llegado a consumir mi propio peso en marihuana, alrededor de 70 kilogramos, más o menos 5-7 kilogramos por año, desde hace 10 años. Al principio dependía del mercado negro, incluso llegué a la cárcel de San Pedro, para comprar marihuana en una ocasión en que escaseaba por toda La Paz, quizás fue por este detalle, por las incertidumbres propias del mercado negro que finalmente la planté. Más exactamente por accidente unas semillas habían empezado a brotar en alguna maceta, y yo simplemente le di un lugar para que pudiera crecer, sin ninguna esperanza, y sin embargo creció, pero para aprender que el cáñamo de un fruto es necesario mucho más que suerte. Es al igual que cualquier planta, un ser vivo que necesita espacio, alimento, sol, etc. nunca jamás me había interesado la biología [salí de un colegio católico], pero desde que empecé a hacer crecer cáñamo, devoraba todos los libros que tuvieron algo que ver con el crecimiento de las plantas, y de este modo me enteré que el cáñamo y todos los seres vivos, incluído el hombre, la ballena, la coca, y todos, todos los seres vivos, somos parientes, tenemos el mismo ADN, que lo comprueba, hace millones de años, un ancestro común dio origen a la vida, en este planeta que gira alrededor de una bomba de hidrógeno a la que llamamos sol. Gracias al cultivo de cáñamo pude comprender a las culturas antiguas, su adoración por el sol, por la tierra, por las plantas, supongo que tener cualquier jardín te ayuda a comprender mejor los aspectos esenciales de la vida.
De cualquier modo, luego de 3 años de alejarme por completo del mercado negro, me despertaba, agradecía al sol por “salir solo para mi”, reciclaba toda la basura orgánica que podía, sinceramente creía que tenía la vida más hermosa del mundo, tenía perros, plantas, tiempo para disfrutar, me gustaba mucho leer, escuchar música, y un día la policía entró a mi casa a destruir mi vida, a encerrarme en una jaula e inventar que de este modo hacían del mundo un lugar más seguro, la policía inventó que tenía 47 Kg. de marihuana en mi posesión, lista para ser distribuida por toda La Paz, la realidad es que si en 4 metros cuadrados, en una terraza, puedes obtener 47 kg. de cualquier producto vegetal, habrías solucionado el problema al hambre del mundo, serían unas 97 mil toneladas en 10.000 hectáreas, más que suficiente para alimentar a todos los bolivianos.
No contentos con faltar a la verdad, la policía inventó que toda mi familia se dedicaba al tráfico de droga, camuflando todo en una distribuidora de refrescos, la realidad es que mi familia se ha dedicado a la fabricación de sodas, desde la época de mi abuelo, yo construí un invernadero donde cultivar marihuana y no tener que gastar ingentes cantidades de dinero con traficantes de droga, y mi vida privada no tiene ninguna relación con los negocios de mi familia, desde luego eso no fue obstáculo para que la policía nos robe miles de dólares por concepto de “decir la verdad”, es cierto, a pesar de haber demostrado que nunca se había vendido un gramo de droga, el negocio de meter gente en jaulas sigue tan vigente como en la Inquisición… por eso Bolivia es un pueblo enfermo, porque la policía puede entrar a la casa de gente inocente a robar todo lo que puede, pero no utiliza sus mismos “superpoderes” para rescatar niñas de ser violadas, incluso cuando una niña llega a denunciar a su violador, la policía se las ingenia para no perseguir tal delito, un violador puede pagarle al padre de la niña para que se acabe la persecución penal… y sin embargo si una persona es sorprendida “poseyendo” marihuana, hay un ejército de jueces, fiscales, y abogados, listos para robarle hasta el último centavo si no quiere terminar en una jaula por varios años… si un sistema penal puede llegar a torcerse de tal modo, ¿qué puede esperarse de tal pueblo?
La prensa desde luego publicó idioteces para distraer al público, para engañarlo, para hacerle creer que de algún modo la destrucción de peligrosas plantas los va salvar del mal


Mientras tanto yo me disponía a entrar a la cárcel de San Pedro, junto con mi padre, sin haber hecho daño absolutamente a nadie, para de algún modo misterioso, salvar al pueblo del mal terrible de unas plantas preciosas creciendo…             


Simoncito Bombo Infierno

No hay comentarios.:

Publicar un comentario