“¿Quid Rides? Mutato nomine de te fabula
narratur”
[¿De qué te
ríes? solo cambia el nombre y es tu historia].
Horacio
“La
explicación más sencilla suele ser la correcta”
Sherlock
Holmes, [y/o la navaja de Ockham]
Antes de que me encerraran en una jaula
[cárcel de San Pedro], me consideraba un intelectualucho, despreciable, y sin
ningún valor, que tenía el atrevimiento de escribir sobre gente encerrada en
jaulas, sin haber pisado cárceles, más que por 30 minutos en toda mi
existencia, y eso solo para comprar marihuana [en una época en que escaseaba
por La Paz]. Las leyes que hacen que nos encerremos en jaulas los unos a los
otros, buscan evitar que sintamos placeres prohibidos, incluso en la privacidad
de nuestros hogares, este es un pésimo uso del derecho penal. Un día [6 de
marzo del 2012], 10 ó 12 personas fuertemente armadas entraron en mi casa –con
una amplia orden de allanamiento que les permitía destruir lo que deseen-,
porque inventaron que “de actividades sospechosas por la noche, habían deducido
la existencia de un invernadero de marihuana”, luego de 9 meses encerrado en
una jaula [5 de los cuales los pasé junto a mi padre], y un juicio de 6 meses
[que pasé arrestado en mi casa], se demostró que era un “consumidor” de
marihuana, con lo que me condenaron a internarme en un centro de rehabilitación
hasta volver a ser “normal”, ignoro qué piensa usted respecto a “las drogas”,
sin embargo ¿Que cree que pasaría si la policía utilizara toda esa terrible
fuerza para perseguir y castigas personas que roban, violan o matan? Es decir,
¿personas que le ocasionan un daño real a personas reales?
Por el solo hecho de fumar marihuana en la
privacidad de mi hogar, marihuana de altísima calidad que plantaba en mi
terraza en un invernadero, me encerraron en una jaula [al mismo tiempo que
inventaban la “noticia” de que habían desarticulado un peligroso “clan
familiar” de micro-tráfico, cosa que los medios de comunicación ampliaron como
noticia del día sin corroborar en lo más mínimo la información], este método de
lucha contra el crimen es exactamente igual a sacrificar un pollo, al destruir
mi jardín y evitar que recicle toneladas de basura al año, no se lucha contra
el crimen, lo que se hace es engañar a la gente, haciéndole creer que la
policía es efectiva; lo que se hace, también, es dejar de perseguir criminales
reales, para concentrarse en perseguir y castigar gente inofensiva, ¿qué
pasaría si se gastaran los ingentes recursos de la “guerra a la droga”, en la
lucha contra crímenes reales?.
Gran parte de nuestras leyes actuales [de las
leyes que permiten que nos encerremos en jaulas los unos a los otros], no están
diseñadas para protegernos de ningún peligro real, están diseñadas para no
hacer enojar a Dios, no a cualquier dios, sino a al dios judeo-cristiano, son
leyes que tienen que ver principalmente con el sexo y la droga. Gracias a estos
desaciertos, somos un país pobre y poco educado, nuestras cárceles están
sobrepobladas, y nuestro cuerpo policial es propenso a la corrupción. Ningún
político, ni persona “respetable”, podría arriesgarse a decir claramente esto
pues de inmediato perdería todo su “prestigio” [aunque en lo más profundo de mi
corazón, sé que ningún político tiene prestigio alguno]. En palabras sencillas:
la obsesión cristiana por el sexo y la droga, ha destruido nuestro sistema
legal; y cuando los católicos entraron en declive, las cosas fueron todavía
peor, de la mano de los protestantes. En el resumen [de las cosas que no pueden
decir los políticos, porque necesitan cuidar su trabajo] tenemos: si las
personas homosexuales pudieran casarse [y adoptar niños], si las mujeres
pudieran abortar, y la policía dejara de perseguir plantas como si de
criminales se tratara, este sería un mundo mejor. Estamos usando colosales recursos
para evitar que “Dios” se enoje, estamos destruyendo nuestro mundo para que un
ser imaginario no se enoje, lo triste -desde luego- es que nuestro mundo
realmente existe, mientras que no existen pruebas que sustenten la existencia
de “Dios”.
Para entender el presente libro, no se
necesita de ningún conocimiento previo o especial, simplemente se requiere imaginación;
intente imaginar cómo se sentiría usted, cuáles serían sus pensamientos, si presenciara
como la gente es encerrada en jaulas –luego de un juicio supuestamente
imparcial y respetuoso de los derechos humanos- porque en un pueblo lejano han
llegado a la conclusión de que no deben hacer enojar a Santa Claus. ¿Qué
pasaría si los líderes políticos hubieran tenido que mentir para obtener su posición?
jurar que creen [remarquemos] en Santa Claus [o por lo menos aparentarlo en
público, pues los medios de comunicación presentarían como alarmante noticia el hecho de que un prominente líder político no
creyera en Santa, o no participara en
los rituales al respecto]. Imaginemos que en las escuelas, la educación consistiera
en enseñar a cada persona desde la tierna infancia que deben portarse bien [de niños obedecer
ciegamente a los padres, y de mayores a las leyes, las costumbres o las
autoridades, sin importar la falta de lógica en que incurran o que tales
incoherencias, causen extrema desdicha, o pobreza] si es que esperan complacer
a Santa Claus lo que equivaldría a “ser un buen ciudadano” [o llevar una vida
“buena”]. Dichas leyendas ocuparían gran parte del tiempo de enseñanza no solo en
los hogares, sino también en las escuelas, en todas las instituciones estatales,
se hablaría del poder de Santa Claus y se solicitaría su ayuda para resolver
diversos problemas. Incluso cada Domingo se celebrarían reuniones [presididas
por hombres –solo hombres- que reciben un sueldo y respeto extraordinarios,
pues se ha llegado al entendimiento general de que el estudio y la meditación,
acerca de Papa Noel, o incluso un llamado especial del mismísimo Santa Claus,
les han brindado un conocimiento especial en todo tipo de problemas que
enfrentan los habitantes del hipotético país, incluso en temas sexuales que ellos
no tienen permitido gozar ¿Por qué los líderes de los peluqueros o los taxistas
no reciben ese trato preferencial? ¿Será un respeto bien merecido o será simplemente
por la tradición?]. Los que no crean en Papa Noel vigilando constantemente a
cada ser humano del planeta serían tenidos por seres extraños, en tiempos
pasados se los habría quemado junto con otros ofensores de la fe, pero en
nuestro pueblo imaginario simplemente no se los tomaría en cuenta, muchos
considerarían que si fueran un poco más humildes o supieran abrir el corazón, o
dejaran de confiar tan ciegamente en la razón [y tuvieran fe] podrían aceptar las sagradas creencias de la mayoría; el “maravilloso don de la fe” –sostendrían,
con pena, algunos creyentes-, les ha
sido negado. ¿Qué tal si hubiéramos crecido respetando esas sagradas creencias? ¿Qué tal si fuera considerado grosero y
cruel señalar que no existe Papa Noel y que la gente en el mejor de los casos
está perdiendo tiempo y dinero? Para entender el presente libro solo hace falta
leer de nuevo este párrafo cambiando las palabras “Santa Claus/Papa Noel/Santa” por la palabra “Dios”.
Imaginemos qué sucedería si debido a nuestras
[sagradas] creencias, nos empezáramos a encerrar en jaulas los unos a los
otros, que sucedería si nuestras leyes en la tierra tuvieran por finalidad
evitar que hagamos enojar a Santa Claus
en el polo norte, o a Dios en los cielos; supongamos que los líderes religiosos
y políticos inventaran que la
pobreza, el hambre, el retraso, la falta de educación o infraestructura y todos
los problemas imaginables son causados debido al elevado número de criminales [personas]
que han hecho enojar a Dios, esta fue
la excusa durante la Inquisición, hoy en día culpan a las drogas;
principalmente porque el catolicismo ha caído en declive [sino culparían a los
condones]. Sin embargo pocas personas se atreven a señalar que el aborto y el
sexo [sin las palabras mágicas que pueda decir un cura o un pastor] son un
asunto privado, no un “pecado”, lo mismo ocurre con el consumo de drogas. Imaginemos
qué pasaría si en lugar de gastar dinero en: hospitales, escuelas, mejorar la
agricultura, electricidad o caminos, se empezara a gastar dinero para meter en
jaulas [cárceles] a las personas que hagan enojar a Dios. ¿Qué tal si los
líderes políticos gastaran, el poco dinero del que se dispone, en militares,
policías, todo tipo de armas, jueces, fiscales, fuerzas especiales, etc., para perseguir
y castigar a los culpables de hacer
enojar a Santa Claus, [de causar un daño imaginario –abstracto- a la sociedad]?
En la actualidad los líderes religiosos piensan que acercase a Dios [Santa Claus]
y su mensaje de amor y paz, es la mejor forma de manejar el país y nuestras
vidas, y muestran su profunda preocupación cada vez que se propone una ley o
algún cambio que ellos crean que pueda
hacer enojar a Dios [Papa Noel] y por ende poner en peligro nuestra sociedad
¿Hasta cuándo su opinión –opinión, que no se basa en ningún tipo de evidencia-
va tener un lugar privilegiado en nuestro mundo [real]?.
En la sociedad en que vivimos, las leyes que permiten encerrar otros seres
humanos en jaulas, tienen por
finalidad principal [a juzgar por las estadísticas], castigar a los que con su mal comportamiento han hecho enojar a
Dios –al dios judeo-cristiano-, las
drogas son la ocupación principal de las fuerzas policiales, y el sistema
penal, más del 60% de todo el tiempo de juicios y policías, se enfoca en
perseguir “drogas”, es decir plantas.
Personas que solicitan la eutanasia antes de sufrir los terribles
dolores del cáncer terminal], son criminales, pues el suicidio es un delito en
nuestro país, al igual que la búsqueda de drogas que realmente puedan calmar el intenso dolor de tal enfermedad
[medicinas, plantas, que podría hacer crecer cualquier campesino -pobre- en el
altiplano]. En la mente de la policía, de los fiscales, de los jueces, de los
políticos [de los inquisidores, de los legisladores], simplemente no cabe la
idea de que acciones realizadas en privado, acciones que no afectan a ninguna otra
persona puedan dejar de considerarse delitos. Si alguno de ellos tuviera el
valor de admitirlo, de decir la verdad y buscar el bien de la sociedad, de
inmediato perdería su trabajo. Vivimos tan lejos de la sombra de la razón que
mediante acuerdos internacionales, y legislación local se persigue y encierra a
ciertos criminales [personas] acusándolos de ser causantes de la ruina física y moral de la humanidad, ¿cómo?, gracias
a “la droga”; la Guerra Americana a “la droga” es una cruzada mundial, que promueve
el uso de armas y jaulas para castigar a quienes hacen crecer e industrializan ciertas plantas [que
producen sustancias] que al ser consumidas por las personas causan placer, los
cigarrillos, el alcohol y las bebidas estimulantes [son auspiciadores de
enormes eventos deportivos y sin embargo] son tan drogas como la marihuana, el
opio o la cocaína [eso sí, en el caso del tabaco miles de veces más dañina que
cualquier otra droga conocida]. Supongo [quiero suponer] que cualquier persona se
indignaría, ante tal escenario ¿cómo pueden personas racionales e inteligentes [desde
el más humilde policía hasta el más embadurnado juez, abogado, doctor] utilizar jaulas para castigar a
otros seres humanos [reales] por hacer enojar a seres imaginarios? ¿Por causar
peligros imaginarios? ¿No sería más efectivo perseguir criminales reales? ¿Cómo
puede la población estar anestesiada ante leyendas tan claramente falsas y
perjudiciales? ¿La gente no observa que se desatienden problemas importantes
[reales] por solucionar problemas imaginarios? Este libro pretende ser una
muestra de esa indignación, pues es indignante que un país como Bolivia, pobre
y subdesarrollado –por ende lleno de problemas reales-, desperdicie millonarios
recursos luchando por la destrucción de ciertas plantas[1] y tratando de cuidar nuestras costumbres
sexuales. Este libro habla de sexo,
droga y religión.
Cristiana sepultura y otras costumbres
medievales
“Creo en el Espíritu Santo, la
Santa Iglesia católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna.”
El Credo
Un ejemplo claro (e inocente) de la forma en
que nos perjudican algunas supersticiones medievales, en pleno siglo XXI, son
los cementerios; la forma en que tratamos nuestros “restos mortales” (¿habrá
algún resto inmortal?). Si una
persona comienza un recorrido por los cementerios de cualquier país cristiano,
quizás haya olvidado que la costumbre de mantener los cuerpos en cajas
herméticas, envueltos en mortajas, maquillados, vestidos en buenas ropas, y en
general “presentables”; se basa en la creencia de que el cuerpo resucitará
eventualmente y se presentará ante Dios para ser juzgado[2]. Ésa fue la razón por la que el cuerpo de los indios, los negros o los mestizos que
se levantaban contra el imperio español fuera descuartizado, quemado, lanzado
al agua, degollado, etc., la imaginativa destrucción de los restos mortales o la profanación de sus
tumbas, buscaba negarles la “cristiana sepultura” a los insurrectos, o agrandar sus sufrimientos al momento en que se
“levanten de entre los muertos”. Además eran condenados al infierno junto con sus hijos y los hijos de sus hijos,
por haber renegado de la autoridad; sus esposas y sus hijas, lo tenían peor
pues (aún) si no las mataban, el pueblo estaba tan aterrorizado por supersticiones medievales como el
infierno [lugar de castigo, tormento, fuego
y oscuridad eterna] donde estaban sus parientes condenados, con firma y sello
del obispo del pueblo (donde también creían en todo tipo de: demonios,
carrozas infernales, brujas, duendes, aparecidos, almas errantes, pociones
mágicas, horóscopos y toda clase de superchería medieval); que las dejaban
morir de hambre y miseria antes de prestarles la mínima ayuda. Quizás no le
sorprenda en lo más mínimo el que la gente haya actuado tan cruelmente, movida
por la superstición, el miedo y la
ignorancia hace 200 años -en esta ciudad, con la descendencia de Tupac
Catari o Pedro D. Murillo-, pero en realidad no hemos cambiado en lo más mínimo.
Miedos irracionales [que combatimos con creencias en amuletos, en la vida
eterna[3] -o alguna forma de subsistencia de nuestra
personalidad luego de la muerte-, en la adivinación del futuro y todo tipo de
magia, para la obtención de la salud el
dinero o el amor], siguen en control de nuestras vidas, nuestras costumbres
y lo más peligroso de todo, de nuestras leyes. Subrayemos que ésta creencia
irracional: “la resurrección de la carne”, “la cristiana sepultura”, es la
razón por la cual nuestros cementerios; enormes espacios [casi desperdiciados] en
las ciudades, son tan poco respetuosos de la ecología, ¿cómo es que los muertos
obtienen parques enormes y los vivos no podemos transitar por una ciudad cada
vez más atestada de gente y automóviles? Solo la fe ciega e incuestionable,
solo las costumbres acumuladas por siglos, explican tales despropósitos.
Supersticiones medievales, acerca de cuerpos
resucitando, fueron la razón por la que la medicina no pudo desarrollarse
durante toda la edad media, a los ojos de la Iglesia, personas como Leonardo da
Vinci[4], interferían con la resurrección de los cuerpos cuyos restos mortales profanaban, diseccionándolos, para saber cómo eran,
como funcionan. Los estudiantes de medicina por siglos estuvieron prohibidos de
observar de cerca el objeto de sus estudios, para saber cómo funcionaba, e intentar curarlo; la Iglesia insistía
en la visita de un confesor junto con los médicos, los servicios médicos debían
ser negados si se descreía de la absolución del pecado, Bertrand Russell –en su
Religion and Science-, señala que ese
modo de actuar en el fondo fue un enorme servicio, considerando lo retrasada
que se había mantenido a la ciencia médica durante la Edad Media; no era
extraño perforar cabezas para que los espíritus malignos o demonios, causantes
de la enfermedad escaparan y dejaran de atormentar al enfermo, [quizás un
epiléptico a quien desde antaño se consideraba poseído por demonios]. Los
musulmanes en su expansión religiosa, desobedecieron (desde el siglo VI) estas
prohibiciones, y revivieron el conocimiento enterrado de griegos como
Hipócrates [se sigue usando su juramento, algo modificado en las escuelas de
medicina], llamado el padre de la medicina. El gran mérito de Hipócrates fue
separar la ciencia médica de toda explicación sobrenatural [“Los hombres creen
que la epilepsia es causada por los dioses, simplemente porque no la entienden,
pero si los dioses causaran todo aquello que el hombre no entiende ¿dónde
encontrar algo que no expliquen los dioses?”][5]. Demás está decir que estamos en deuda con
las personas que desafiaron la autoridad de la Iglesia, arriesgaron y perdieron
la vida en muchos casos; las investigaciones respecto a las causas (reales) de
las enfermedades y la muerte, eran una amenaza para las supersticiones reinantes
en la Edad Media; la Iglesia sostenía que la causa de las enfermedades eran el
pecado, la cólera divina castigando impíos, algún demonio, todo tipo de brujerías
que podrían afectarnos o alguna otra delusión medieval, la forma de curarse
era: entregar cuantiosos bienes a la Iglesia, colaborar en quitárselos a alguna
mujer [vieja, viuda y no empobrecida] acusándola de bruja, o matar judíos,
quienes habían matado al hijo de Dios[6]; encantamientos, oraciones, pociones,
horóscopos, amuletos, peregrinaciones, gente lastimando su cuerpo como forma de
penitencia, eran el pan de cada día
durante la edad media. “En la revolución de diez siglos, ni un solo
descubrimiento se hizo para exaltar la dignidad o promover la felicidad de la
humanidad, ni una sola idea se sumó a los sistemas especulativos de la
antigüedad, y una sucesión de pacientes discípulos, se convirtió cuando les
tocó en los dogmáticos profesores de la siguiente generación”, (Cita de Carl
Sagan, The Demon-Haunted World, pág.
9.), era la versión del historiador Edward Gibbon respecto a ésta negra época
de la historia de la humanidad.
El saber, el entender que los virus y las
bacterias son la causa de varias enfermedades ayudó a descubrir vacunas y otros
tratamientos [como lavarse las manos o desinfectar los instrumentos] que
resultaron millones de veces más útiles que los siglos de oraciones, velas,
peregrinaciones, reliquias de santos, penitencias, o las enormes iglesias
construidas, bajo la antigua lógica. Carl Sagan, escribe que la ciencia nos ha
hecho el más maravilloso de todos los regalos, la vida, sencillamente –la
enorme mayoría de nosotros- hoy no estaríamos vivos de no ser por los adelantos
médicos, es decir por la ciencia. Desde luego la Iglesia sostuvo que tales
invenciones eran malévolas, al igual que los procedimientos como transfusiones
de sangre, u operaciones en general; ya que todo era designio de Dios, tratar
de detener un virus como la viruela usando vacunas era pecar contra su voluntad[7], las enfermedades venéreas [y los embarazos
fuera del matrimonio] eran considerados castigo de Dios para los adúlteros, no
es sorprendente pues, la ira de la Iglesia para con los condones o los
contraceptivos –lo que debería sorprendernos son sus intentos, sus argumentos,
para prohibir que por ejemplo se repartan condones en África u otros países
devastados por el sida-. ¿No sería el extremo de la maldad que Dios nos haya dado inteligencia y luego nos
haya prohibido usarla? ¿Es tan malo evitar contraer enfermedades, tratar de
prevenirlas con métodos que funcionen de
verdad en lugar de oraciones, peregrinaciones y velas? La ciencia vencerá siempre a la superstición, porque la ciencia
funciona, decía Stephen Hawking refiriéndose al mismo tema de la ciencia
contra la superstición.
La supuesta etiqueta de “especial”, de
“sagrado” que se ha puesto el “animal humano”, le perjudica a la hora de
enfrentar los más diversos asuntos médicos, si cualquier otro animal
desahuciado sufriera inmensamente, la persona responsable, que la mantenga viva
a pesar del sufrimiento, por días o años, en lugar de propiciar su muerte
(rápida e indolora) sería considerada muy cruel, en cambio sugerir que un
humano enfermo de cáncer (terminal) reciba calmantes para el (terrible,
intenso) dolor (por ejemplo: morfina, marihuana[8]) o que un muerto cerebral, una persona en
estado vegetal, “muera” de la forma menos dolorosa y rápida posible puede
conllevar años de cárcel para los médicos implicados y las personas que hayan
aceptado, sugerido o solicitado tales procedimientos[9]. Incluso la donación de órganos resulta
innecesariamente difícil por procedimientos y leyes que buscan preservar la dignidad del cuerpo, antes de
preocuparse de los vivos. Sucede exactamente lo mismo con procedimientos
anticonceptivos y la cristiana determinación de definir la “vida humana” como sagrada desde la fecundación (desde el zigoto); mientras nadie permitiría
que animales a su cargo se reproduzcan a un punto tal que ya no sea posible
mantenerlos; la idea de que “el animal humano” es “especial” ha logrado que sugerir
o mencionar que las mujeres tengan control pleno sobre el número de hijos que
tendrán o el momento en que los tendrán sea una idea muy poco popular, incluso
entre las mujeres hay muchas que no quieren saber nada de “matar un bebe
indefenso”. Algunas personas creen que es
un asesinato; ‘legalizar el aborto o la droga sería un genocidio’, nos han
dicho nuestros líderes desde que tengo memoria, y como la mayoría de cosas que
nos han dicho son mentiras, son supersticiones, son pensamientos vacíos que nos
hacen sentir bien y que por ende, muy pocos se toman la molestia de cuestionar.
Los “restos mortales” de los Homo sapiens, nuestros
restos de “criaturas sagradas” poseedoras de inteligencia, alma, razón, “algo” (aunque nadie sepa explicar qué,
exactamente[10]) que los diferencia del resto de los
animales, en lugar de descomponerse y volver a ser parte de la naturaleza,
deben recibir “cristiana sepultura” (al menos en la parte cristiana del mundo),
esperar en las mejores condiciones posibles el día del juicio final, el regreso
de Jesús, para que juzgue “a los vivos y a los muertos” llevamos 2012 años esperando
su regreso. Costumbres como donar órganos a la ciencia, a otras personas o la cremación,
casi no se practican. ¿No nos perjudican dichas creencias a todos? ¿No perdemos
todos los ciudadanos una parte de terreno que podría ser casas, bosques,
bibliotecas, hospitales o cualquier otra construcción útil? El ejemplo del
cementerio es minúsculo comparado con el ejemplo de las cárceles, que son otra
costumbre medieval (de la colonia, que fue nuestro medioevo), otra herencia
[despreciable] de la Iglesia y la religión, dónde hoy en día torturamos miles
de seres humanos para que “el mal se aleje del pueblo”, si seguimos tales
métodos ¿Debería sorprendernos que el índice de criminalidad se eleve
constantemente? Las consecuencias de las leyes penales son nefastas, implican
que un ser humano terminará encerrado en una jaula (sobrepoblada, quizás con
toda su familia) con todo el sufrimiento que esto implica, la sentencia de
Horacio es devastadora ¿y si fuera usted quien tuviera que enfrentarse a la
amenaza de una jaula? Basar estas leyes en supersticiones cristianas, sobre el sexo y la droga, en supersticiones de hace siglos, en lugar de
usar las leyes –el producto de la razón- para protegernos de esas leyendas; ha
sido un craso error como espero demostrar claramente.
La superstición y la ignorancia han jugado un
papel fundamental en retrasar a todo el tercer mundo, la superstición se vuelve
sagrada –a prueba de críticas- si se le llama religión, todos los practicantes
de alguna religión pueden ver claramente que todos los demás ritos religiosos, todas
las demás creencias, están erradas, salvo las propias. Las religiones se libran
de pagar impuestos, e incluso son subvencionadas y apoyadas por el gobierno de
turno; la religión cristiana, ha ofrecido consuelo, guía espiritual y todo tipo
de soluciones imaginarias a la gente más pobre a cambio de dinero, desde hace
siglos, es decir, ha colaborado en mantenernos pobres e ignorantes; la
explicación sobrenatural, para la mayoría de los ciudadanos [y los medios de
comunicación] va de par en par con la racional, si es que alguna vez se
menciona la explicación racional, sencilla y lógica.
La opulencia de las construcciones religiosas
en contraste con la pobreza de los barrios donde operan es obvia y resulta obscena.
El catolicismo, el cristianismo (o el islam) solo pueden florecer en el tercer
mundo, lleno de gente desesperada y pobre; algunas de las sagradas creencias de
la Iglesia, son la causa fundamental de mantener al tercer mundo en niveles de
subdesarrollo, empezando por su intervención en la educación [en la tierna
infancia] para que parezca normal, justa
y necesaria la perpetuación de mitos medievales, pues ninguna persona mayor
de edad tomaría en serio las leyendas de la religión si no se atrofiaran sus
cerebros desde la niñez. Las esperanzas de salir de la pobreza en el corto
plazo son, por ende, mínimas; la única nación cristiana en el primer mundo son
los Estados Unidos [para desgracia particular de Bolivia, que como si estuviera
enferma, para colmo hubiera caído en manos de uno de esos rezadores cristianos que prefieren orar, ayunar o realizar algún
otro sacrificio, antes de permitir una –muy necesaria- transfusión de sangre u
operación que contravenga su libro sagrado].
Las
naciones más avanzadas, con mayor ingreso per cápita, con mayores esperanzas de
vida, con salud y educación de calidad accesible a toda la población –luego de
siglos de lucha entre católicos y protestantes- han dejado de subvencionar la
religión por completo y han empezado a progresar geométricamente: Suiza,
Suecia, Canadá, Holanda, Alemania, Australia, Nueva Zelanda[11], son solo algunos ejemplos donde los
creyentes pueden pagar [si lo deciden] sus contribuciones a sus iglesias junto
con sus impuestos, donde la religión está en declive. Aunque claro, la creencia
en Dios en algunos casos simplemente ha sido reemplazada por la creencia sagrada [sin pruebas] en platillos
voladores secuestrando personas para hacer experimentos o dejando señales en campos
de trigo, antiguas culturas extraterrestres que visitan (o han visitado)
sigilosamente la tierra, fantasmas, espíritus que se comunican con los vivos, zombis,
vampiros u otras insensateces (la Iglesia Católica sigue practicando exorcismos
si lo juzga necesario) que desde luego no reciben subvención o apoyo alguno de
los Estados, ni son base de ninguna ley; en contraste Bolivia, Haití,
Guatemala, Honduras, Santo Domingo, Puerto Rico, Sierra Leona, o el Congo,
entre otros países son extremadamente pobres y son altamente religiosos. Esto
simplemente quiere decir que la desesperación de las personas, pobres, privadas
de educación y hospitales, gracias a los prohibitivos precios de la salud y la
educación, los ha llevado a aceptar todo tipo de supersticiones ofreciendo
consuelo y explicaciones, pensamientos bonitos que los hagan sentir bien, por
ejemplo que si realizamos alguna actividad inútil como sacrificar una gallina [un
criminal o una bruja, el mismo término chivo
expiatorio, deviene de un chivo que era abandonado para morir en el
desierto para que se lleve los pecados y el mal se aleje del pueblo], o si
realizamos algún otro ritual mágico, el mal se alejará del pueblo, y
recuperaremos la salud o vendrá la prosperidad. El propósito del presente libro
es demostrarle que encerrar personas en jaulas por algunas supersticiones medievales
y esperar que de este modo se solucione “el problema del crimen” (que es un
problema real) es ridículo, si usamos esos escasos recursos para solucionar los
problemas de verdad, si usamos la ciencia –el pensamiento racional basado en
pruebas- en lugar de la superstición, tendremos mayores oportunidades de salir
de la pobreza.
[1] Si lo sabré yo que terminé encerrado en una
jaula en la cárcel de San Pedro [solo] por consumir marihuana en la privacidad
de mi cuarto, no es que haya aportado en lo más mínimo al narcotráfico, de
hecho me alejé por completo de sus “garras”, plantando marihuana para mi propio
consumo, y despertando al mismo tiempo una enorme pasión por la biología. Yo
hacía crecer plantas para luego consumirlas, todavía no entiendo como este
comportamiento afectaba a la “salud física y moral de la humanidad”, cuando le pregunté
al fiscal como se podía justificar tan tremenda persecución penal sin que yo
haya afectado los bienes jurídicos de nadie, me dijo –con toda la altivez que
puedo imaginar-: “de eso me encargo yo” [lo que en cuestión de horas se
convirtió en cargos inventados en mi contra y en contra de mi padre], cuando le
pregunté por qué entraron a mi casa entre 10 ó 12 personas fuertemente armadas
si es que yo nunca le había hecho daño a nadie. Me respondió –con la fórmula
sacramental señalada por Alison Spedding, otra presa por la 1008- que “fue un
trabajo de inteligencia”, según los jefes de la FELCN, me habían seguido por
días, cosa que no puedo creer ya que no acostumbro fumar en la calle. No puedo
dejar de preguntarme, que pasaría si usáramos la décima parte de aquellos
recursos –de esa supuesta inteligencia- en perseguir gente que roba, viola o
mata, en lugar de perseguir crímenes de peligro abstracto [imaginario] como el
narcotráfico, y específicamente en mi caso, por plantar marihuana para mi
propio uso. Luego me enteré por los diarios y la televisión que los jefes de la
FELCN habían inventado que mi familia y yo [el clan Guzmán] distribuía drogas
en la zona sur, la Alonzo de Mendoza y la Garita de Lima (que era más cerca de
mi casa), que éramos micro-traficantes, el fiscal determinó que mi casa debía a
ser incautada y que mi padre [que no había cometido otro delito que tratar como
ladrones a los policías que habían entrado a mi casa –a robar mis plantas y
encerrarme en una jaula, para luego extorsionar a mi familia a cambio de
dejarnos salir, con permiso de algún juez- debido mayormente al alcohol, que lo
había librado de todas sus inhibiciones] debía ser encerrado conmigo en San
Pedro por no haberme denunciado. ¿Qué pasaría si las personas pudieran ser
encerradas en una jaula por masturbarse? ¿Y los padres tuvieran que denunciar a
sus hijos o exponerse a ser castigados? ¿Qué clase de país pobre y
subdesarrollado resultaría de buscar mantener la moralidad por tales medios?
Viví alrededor de 9 meses en San Pedro, mientras espero mi juicio corrijo estas
líneas, sigo convencido de que luego de haberme encerrado en una jaula no se ha
alterado la realidad del narcotráfico y el crimen ni un ápice.
[2] Al menos eso dice el antiquísimo credo. Las chullpas, la forma de entierro antes de
la colonización, en esta parte del mundo, también disponía que la posición más
adecuada al momento en que los hijos del
sol sean llamados por su padre, sea adoptada al momento de enterrar los
cadáveres, eran enterrados como arrodillados, esperando que los llamen listos
para levantarse.
[3] Solo para señalar lo obvio, ¿cómo puede
existir una vida sin el concepto de muerte?, Borges escribe que la muerte hace
hermosos y únicos a los hombres.
[4] En el caso de Leonardo, tenía “licencia
artística”, por lo que no lo mataron en la hoguera.
[5] Carl
Sagan, “The demon-haunted world” pg. 8.
[6] La Iglesia siguió acusando a los judíos por
“deicidio”, por el asesinato de Dios, hasta que en las fechas del Vaticano II
(1964) se decidía, finalmente, que tales
imposturas ya no podían mantenerse públicamente.
[7] Según el Papa León XII hacia 1829.
[8] Ampliamente usada y reconocida como medicina
por toda Europa y algunos estados Americanos, precisamente para aliviar los
efectos de la quimioterapia entre otros usos médicos reconocidos,
www.rxmarijuana.com.
[9] Si una persona da su consentimiento (por
escrito) para que se le practique la eutanasia en caso de caer enferma y ser
necesario, a los ojos de la iglesia esto debería ser considerado un suicidio y
por ende debe ser prohibido (Bertrand Russell, en “Ciencia y Superstición”).
[10] Simplemente es un error de percepción,
cuando pensamos algo parece que estamos hablando con alguien, ergo, hay alma,
al menos eso concluyó algún homínido hace unos cuantos miles de años, luego lo
llamaron conciencia, ego, yo, u otros nombres eruditos. Es sin embargo,
simplemente [interpretando a Daniel Dennett] un subproducto, una ilusión, algún mecanismo, un colector de
recuerdos, que era necesario para sobrevivir, en la sabana africana; los perros
tienen un sentido del olfato superior, nuestro cerebro [análogamente], nuestra
inteligencia nos ha ayudado a encontrar miles de formas de adaptarnos y
sobrevivir, sufrimos una serie de ilusiones y engaños [a los que llamamos
realidad] que se almacenan en la memoria a largo plazo en lugar de perderse
para siempre una vez procesadas por las neuronas y le ponemos nombre y apellido
a ese subproducto, a ese juego de nuestro cerebro, los míos son Simón Guzmán.
[11] Padre Gregorio Iriarte “análisis crítico de
la realidad contemporánea” pg. 29, 13va. Edición.
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