sábado, 28 de septiembre de 2013

Prolegómenos



“¿Quid Rides? Mutato nomine de te fabula narratur”
[¿De qué te ríes? solo cambia el nombre y es tu historia].
Horacio

“La explicación más sencilla suele ser la correcta”
Sherlock Holmes, [y/o la navaja de Ockham]

Antes de que me encerraran en una jaula [cárcel de San Pedro], me consideraba un intelectualucho, despreciable, y sin ningún valor, que tenía el atrevimiento de escribir sobre gente encerrada en jaulas, sin haber pisado cárceles, más que por 30 minutos en toda mi existencia, y eso solo para comprar marihuana [en una época en que escaseaba por La Paz]. Las leyes que hacen que nos encerremos en jaulas los unos a los otros, buscan evitar que sintamos placeres prohibidos, incluso en la privacidad de nuestros hogares, este es un pésimo uso del derecho penal. Un día [6 de marzo del 2012], 10 ó 12 personas fuertemente armadas entraron en mi casa –con una amplia orden de allanamiento que les permitía destruir lo que deseen-, porque inventaron que “de actividades sospechosas por la noche, habían deducido la existencia de un invernadero de marihuana”, luego de 9 meses encerrado en una jaula [5 de los cuales los pasé junto a mi padre], y un juicio de 6 meses [que pasé arrestado en mi casa], se demostró que era un “consumidor” de marihuana, con lo que me condenaron a internarme en un centro de rehabilitación hasta volver a ser “normal”, ignoro qué piensa usted respecto a “las drogas”, sin embargo ¿Que cree que pasaría si la policía utilizara toda esa terrible fuerza para perseguir y castigas personas que roban, violan o matan? Es decir, ¿personas que le ocasionan un daño real a personas reales?
Por el solo hecho de fumar marihuana en la privacidad de mi hogar, marihuana de altísima calidad que plantaba en mi terraza en un invernadero, me encerraron en una jaula [al mismo tiempo que inventaban la “noticia” de que habían desarticulado un peligroso “clan familiar” de micro-tráfico, cosa que los medios de comunicación ampliaron como noticia del día sin corroborar en lo más mínimo la información], este método de lucha contra el crimen es exactamente igual a sacrificar un pollo, al destruir mi jardín y evitar que recicle toneladas de basura al año, no se lucha contra el crimen, lo que se hace es engañar a la gente, haciéndole creer que la policía es efectiva; lo que se hace, también, es dejar de perseguir criminales reales, para concentrarse en perseguir y castigar gente inofensiva, ¿qué pasaría si se gastaran los ingentes recursos de la “guerra a la droga”, en la lucha contra crímenes reales?.
Gran parte de nuestras leyes actuales [de las leyes que permiten que nos encerremos en jaulas los unos a los otros], no están diseñadas para protegernos de ningún peligro real, están diseñadas para no hacer enojar a Dios, no a cualquier dios, sino a al dios judeo-cristiano, son leyes que tienen que ver principalmente con el sexo y la droga. Gracias a estos desaciertos, somos un país pobre y poco educado, nuestras cárceles están sobrepobladas, y nuestro cuerpo policial es propenso a la corrupción. Ningún político, ni persona “respetable”, podría arriesgarse a decir claramente esto pues de inmediato perdería todo su “prestigio” [aunque en lo más profundo de mi corazón, sé que ningún político tiene prestigio alguno]. En palabras sencillas: la obsesión cristiana por el sexo y la droga, ha destruido nuestro sistema legal; y cuando los católicos entraron en declive, las cosas fueron todavía peor, de la mano de los protestantes. En el resumen [de las cosas que no pueden decir los políticos, porque necesitan cuidar su trabajo] tenemos: si las personas homosexuales pudieran casarse [y adoptar niños], si las mujeres pudieran abortar, y la policía dejara de perseguir plantas como si de criminales se tratara, este sería un mundo mejor. Estamos usando colosales recursos para evitar que “Dios” se enoje, estamos destruyendo nuestro mundo para que un ser imaginario no se enoje, lo triste -desde luego- es que nuestro mundo realmente existe, mientras que no existen pruebas que sustenten la existencia de “Dios”.
Para entender el presente libro, no se necesita de ningún conocimiento previo o especial, simplemente se requiere imaginación; intente imaginar cómo se sentiría usted, cuáles serían sus pensamientos, si presenciara como la gente es encerrada en jaulas –luego de un juicio supuestamente imparcial y respetuoso de los derechos humanos- porque en un pueblo lejano han llegado a la conclusión de que no deben hacer enojar a Santa Claus. ¿Qué pasaría si los líderes políticos hubieran tenido que mentir para obtener su posición? jurar que creen [remarquemos] en Santa Claus [o por lo menos aparentarlo en público, pues los medios de comunicación presentarían como alarmante noticia el hecho de que un prominente líder político no creyera en Santa, o no participara en los rituales al respecto]. Imaginemos que en las escuelas, la educación consistiera en enseñar a cada persona desde la tierna infancia que deben portarse bien [de niños obedecer ciegamente a los padres, y de mayores a las leyes, las costumbres o las autoridades, sin importar la falta de lógica en que incurran o que tales incoherencias, causen extrema desdicha, o pobreza] si es que esperan complacer a Santa Claus lo que equivaldría a “ser un buen ciudadano” [o llevar una vida “buena”]. Dichas leyendas ocuparían gran parte del tiempo de enseñanza no solo en los hogares, sino también en las escuelas, en todas las instituciones estatales, se hablaría del poder de Santa Claus y se solicitaría su ayuda para resolver diversos problemas. Incluso cada Domingo se celebrarían reuniones [presididas por hombres –solo hombres- que reciben un sueldo y respeto extraordinarios, pues se ha llegado al entendimiento general de que el estudio y la meditación, acerca de Papa Noel, o incluso un llamado especial del mismísimo Santa Claus, les han brindado un conocimiento especial en todo tipo de problemas que enfrentan los habitantes del hipotético país, incluso en temas sexuales que ellos no tienen permitido gozar ¿Por qué los líderes de los peluqueros o los taxistas no reciben ese trato preferencial? ¿Será un respeto bien merecido o será simplemente por la tradición?]. Los que no crean en Papa Noel vigilando constantemente a cada ser humano del planeta serían tenidos por seres extraños, en tiempos pasados se los habría quemado junto con otros ofensores de la fe, pero en nuestro pueblo imaginario simplemente no se los tomaría en cuenta, muchos considerarían que si fueran un poco más humildes o supieran abrir el corazón, o dejaran de confiar tan ciegamente en la razón [y tuvieran fe] podrían aceptar las sagradas creencias de la mayoría; el “maravilloso don de la fe” –sostendrían, con pena, algunos creyentes-, les ha sido negado. ¿Qué tal si hubiéramos crecido respetando esas sagradas creencias? ¿Qué tal si fuera considerado grosero y cruel señalar que no existe Papa Noel y que la gente en el mejor de los casos está perdiendo tiempo y dinero? Para entender el presente libro solo hace falta leer de nuevo este párrafo cambiando las palabras “Santa Claus/Papa Noel/Santa” por la palabra “Dios”.
Imaginemos qué sucedería si debido a nuestras [sagradas] creencias, nos empezáramos a encerrar en jaulas los unos a los otros, que sucedería si nuestras leyes en la tierra tuvieran por finalidad evitar que hagamos enojar a Santa Claus en el polo norte, o a Dios en los cielos; supongamos que los líderes religiosos y políticos inventaran que la pobreza, el hambre, el retraso, la falta de educación o infraestructura y todos los problemas imaginables son causados debido al elevado número de criminales [personas] que han hecho enojar a Dios, esta fue la excusa durante la Inquisición, hoy en día culpan a las drogas; principalmente porque el catolicismo ha caído en declive [sino culparían a los condones]. Sin embargo pocas personas se atreven a señalar que el aborto y el sexo [sin las palabras mágicas que pueda decir un cura o un pastor] son un asunto privado, no un “pecado”, lo mismo ocurre con el consumo de drogas. Imaginemos qué pasaría si en lugar de gastar dinero en: hospitales, escuelas, mejorar la agricultura, electricidad o caminos, se empezara a gastar dinero para meter en jaulas [cárceles] a las personas que hagan enojar a Dios. ¿Qué tal si los líderes políticos gastaran, el poco dinero del que se dispone, en militares, policías, todo tipo de armas, jueces, fiscales, fuerzas especiales, etc., para perseguir y castigar a los culpables de hacer enojar a Santa Claus, [de causar un daño imaginario –abstracto- a la sociedad]? En la actualidad los líderes religiosos piensan que acercase a Dios [Santa Claus] y su mensaje de amor y paz, es la mejor forma de manejar el país y nuestras vidas, y muestran su profunda preocupación cada vez que se propone una ley o algún cambio que ellos crean que pueda hacer enojar a Dios [Papa Noel] y por ende poner en peligro nuestra sociedad ¿Hasta cuándo su opinión –opinión, que no se basa en ningún tipo de evidencia- va tener un lugar privilegiado en nuestro mundo [real]?.
En la sociedad en que vivimos, las leyes que permiten encerrar otros seres humanos en jaulas, tienen por finalidad principal [a juzgar por las estadísticas], castigar a los que con su mal comportamiento han hecho enojar a Dios –al dios judeo-cristiano-, las drogas son la ocupación principal de las fuerzas policiales, y el sistema penal, más del 60% de todo el tiempo de juicios y policías, se enfoca en perseguir “drogas”, es decir plantas.  Personas que solicitan la eutanasia antes de sufrir los terribles dolores del cáncer terminal], son criminales, pues el suicidio es un delito en nuestro país, al igual que la búsqueda de drogas que realmente puedan calmar el intenso dolor de tal enfermedad [medicinas, plantas, que podría hacer crecer cualquier campesino -pobre- en el altiplano]. En la mente de la policía, de los fiscales, de los jueces, de los políticos [de los inquisidores, de los legisladores], simplemente no cabe la idea de que acciones realizadas en privado, acciones que no afectan a ninguna otra persona puedan dejar de considerarse delitos. Si alguno de ellos tuviera el valor de admitirlo, de decir la verdad y buscar el bien de la sociedad, de inmediato perdería su trabajo. Vivimos tan lejos de la sombra de la razón que mediante acuerdos internacionales, y legislación local se persigue y encierra a ciertos criminales [personas] acusándolos de ser causantes de la ruina física y moral de la humanidad, ¿cómo?, gracias a “la droga”; la Guerra Americana a “la droga” es una cruzada mundial, que promueve el uso de armas y jaulas para castigar a quienes hacen crecer e industrializan ciertas plantas [que producen sustancias] que al ser consumidas por las personas causan placer, los cigarrillos, el alcohol y las bebidas estimulantes [son auspiciadores de enormes eventos deportivos y sin embargo] son tan drogas como la marihuana, el opio o la cocaína [eso sí, en el caso del tabaco miles de veces más dañina que cualquier otra droga conocida]. Supongo [quiero suponer] que cualquier persona se indignaría, ante tal escenario ¿cómo pueden personas racionales e inteligentes [desde el más humilde policía hasta el más embadurnado juez, abogado, doctor] utilizar jaulas para castigar a otros seres humanos [reales] por hacer enojar a seres imaginarios? ¿Por causar peligros imaginarios? ¿No sería más efectivo perseguir criminales reales? ¿Cómo puede la población estar anestesiada ante leyendas tan claramente falsas y perjudiciales? ¿La gente no observa que se desatienden problemas importantes [reales] por solucionar problemas imaginarios? Este libro pretende ser una muestra de esa indignación, pues es indignante que un país como Bolivia, pobre y subdesarrollado –por ende lleno de problemas reales-, desperdicie millonarios recursos luchando por la destrucción de ciertas plantas[1] y tratando de cuidar nuestras costumbres sexuales.  Este libro habla de sexo, droga y religión.




Cristiana sepultura y otras costumbres medievales


“Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.”
El Credo

Un ejemplo claro (e inocente) de la forma en que nos perjudican algunas supersticiones medievales, en pleno siglo XXI, son los cementerios; la forma en que tratamos nuestros “restos mortales” (¿habrá algún resto inmortal?). Si una persona comienza un recorrido por los cementerios de cualquier país cristiano, quizás haya olvidado que la costumbre de mantener los cuerpos en cajas herméticas, envueltos en mortajas, maquillados, vestidos en buenas ropas, y en general “presentables”; se basa en la creencia de que el cuerpo resucitará eventualmente y se presentará ante Dios para ser juzgado[2]. Ésa fue la razón por la que el cuerpo de los indios, los negros o los mestizos que se levantaban contra el imperio español fuera descuartizado, quemado, lanzado al agua, degollado, etc., la imaginativa destrucción de los restos mortales o la profanación de sus tumbas, buscaba negarles la “cristiana sepultura” a los insurrectos, o agrandar sus sufrimientos al momento en que se “levanten de entre los muertos”. Además eran condenados al infierno junto con sus hijos y los hijos de sus hijos, por haber renegado de la autoridad; sus esposas y sus hijas, lo tenían peor pues (aún) si no las mataban, el pueblo estaba tan aterrorizado por supersticiones medievales como el infierno [lugar de castigo, tormento, fuego y oscuridad eterna] donde estaban sus parientes condenados, con firma y sello del obispo del pueblo (donde también creían en todo tipo de: demonios, carrozas infernales, brujas, duendes, aparecidos, almas errantes, pociones mágicas, horóscopos y toda clase de superchería medieval); que las dejaban morir de hambre y miseria antes de prestarles la mínima ayuda. Quizás no le sorprenda en lo más mínimo el que la gente haya actuado tan cruelmente, movida por la superstición, el miedo y la ignorancia hace 200 años -en esta ciudad, con la descendencia de Tupac Catari o Pedro D. Murillo-, pero en realidad no hemos cambiado en lo más mínimo. Miedos irracionales [que combatimos con creencias en amuletos, en la vida eterna[3] -o alguna forma de subsistencia de nuestra personalidad luego de la muerte-, en la adivinación del futuro y todo tipo de magia, para la obtención de la salud el dinero o el amor], siguen en control de nuestras vidas, nuestras costumbres y lo más peligroso de todo, de nuestras leyes. Subrayemos que ésta creencia irracional: “la resurrección de la carne”, “la cristiana sepultura”, es la razón por la cual nuestros cementerios; enormes espacios [casi desperdiciados] en las ciudades, son tan poco respetuosos de la ecología, ¿cómo es que los muertos obtienen parques enormes y los vivos no podemos transitar por una ciudad cada vez más atestada de gente y automóviles? Solo la fe ciega e incuestionable, solo las costumbres acumuladas por siglos, explican tales despropósitos.
Supersticiones medievales, acerca de cuerpos resucitando, fueron la razón por la que la medicina no pudo desarrollarse durante toda la edad media, a los ojos de la Iglesia, personas como Leonardo da Vinci[4], interferían con la resurrección de los cuerpos cuyos restos mortales profanaban, diseccionándolos, para saber cómo eran, como funcionan. Los estudiantes de medicina por siglos estuvieron prohibidos de observar de cerca el objeto de sus estudios, para saber cómo funcionaba, e intentar curarlo; la Iglesia insistía en la visita de un confesor junto con los médicos, los servicios médicos debían ser negados si se descreía de la absolución del pecado, Bertrand Russell –en su Religion and Science-, señala que ese modo de actuar en el fondo fue un enorme servicio, considerando lo retrasada que se había mantenido a la ciencia médica durante la Edad Media; no era extraño perforar cabezas para que los espíritus malignos o demonios, causantes de la enfermedad escaparan y dejaran de atormentar al enfermo, [quizás un epiléptico a quien desde antaño se consideraba poseído por demonios]. Los musulmanes en su expansión religiosa, desobedecieron (desde el siglo VI) estas prohibiciones, y revivieron el conocimiento enterrado de griegos como Hipócrates [se sigue usando su juramento, algo modificado en las escuelas de medicina], llamado el padre de la medicina. El gran mérito de Hipócrates fue separar la ciencia médica de toda explicación sobrenatural [“Los hombres creen que la epilepsia es causada por los dioses, simplemente porque no la entienden, pero si los dioses causaran todo aquello que el hombre no entiende ¿dónde encontrar algo que no expliquen los dioses?”][5]. Demás está decir que estamos en deuda con las personas que desafiaron la autoridad de la Iglesia, arriesgaron y perdieron la vida en muchos casos; las investigaciones respecto a las causas (reales) de las enfermedades y la muerte, eran una amenaza para las supersticiones reinantes en la Edad Media; la Iglesia sostenía que la causa de las enfermedades eran el pecado, la cólera divina castigando impíos, algún demonio, todo tipo de brujerías que podrían afectarnos o alguna otra delusión medieval, la forma de curarse era: entregar cuantiosos bienes a la Iglesia, colaborar en quitárselos a alguna mujer [vieja, viuda y no empobrecida] acusándola de bruja, o matar judíos, quienes habían matado al hijo de Dios[6]; encantamientos, oraciones, pociones, horóscopos, amuletos, peregrinaciones, gente lastimando su cuerpo como forma de penitencia, eran el pan de cada día durante la edad media. “En la revolución de diez siglos, ni un solo descubrimiento se hizo para exaltar la dignidad o promover la felicidad de la humanidad, ni una sola idea se sumó a los sistemas especulativos de la antigüedad, y una sucesión de pacientes discípulos, se convirtió cuando les tocó en los dogmáticos profesores de la siguiente generación”, (Cita de Carl Sagan, The Demon-Haunted World, pág. 9.), era la versión del historiador Edward Gibbon respecto a ésta negra época de la historia de la humanidad.
El saber, el entender que los virus y las bacterias son la causa de varias enfermedades ayudó a descubrir vacunas y otros tratamientos [como lavarse las manos o desinfectar los instrumentos] que resultaron millones de veces más útiles que los siglos de oraciones, velas, peregrinaciones, reliquias de santos, penitencias, o las enormes iglesias construidas, bajo la antigua lógica. Carl Sagan, escribe que la ciencia nos ha hecho el más maravilloso de todos los regalos, la vida, sencillamente –la enorme mayoría de nosotros- hoy no estaríamos vivos de no ser por los adelantos médicos, es decir por la ciencia. Desde luego la Iglesia sostuvo que tales invenciones eran malévolas, al igual que los procedimientos como transfusiones de sangre, u operaciones en general; ya que todo era designio de Dios, tratar de detener un virus como la viruela usando vacunas era pecar contra su voluntad[7], las enfermedades venéreas [y los embarazos fuera del matrimonio] eran considerados castigo de Dios para los adúlteros, no es sorprendente pues, la ira de la Iglesia para con los condones o los contraceptivos –lo que debería sorprendernos son sus intentos, sus argumentos, para prohibir que por ejemplo se repartan condones en África u otros países devastados por el sida-. ¿No sería el extremo de la maldad que Dios nos haya dado inteligencia y luego nos haya prohibido usarla? ¿Es tan malo evitar contraer enfermedades, tratar de prevenirlas con métodos que funcionen de verdad en lugar de oraciones, peregrinaciones y velas? La ciencia vencerá siempre a la superstición, porque la ciencia funciona, decía Stephen Hawking refiriéndose al mismo tema de la ciencia contra la superstición.
La supuesta etiqueta de “especial”, de “sagrado” que se ha puesto el “animal humano”, le perjudica a la hora de enfrentar los más diversos asuntos médicos, si cualquier otro animal desahuciado sufriera inmensamente, la persona responsable, que la mantenga viva a pesar del sufrimiento, por días o años, en lugar de propiciar su muerte (rápida e indolora) sería considerada muy cruel, en cambio sugerir que un humano enfermo de cáncer (terminal) reciba calmantes para el (terrible, intenso) dolor (por ejemplo: morfina, marihuana[8]) o que un muerto cerebral, una persona en estado vegetal, “muera” de la forma menos dolorosa y rápida posible puede conllevar años de cárcel para los médicos implicados y las personas que hayan aceptado, sugerido o solicitado tales procedimientos[9]. Incluso la donación de órganos resulta innecesariamente difícil por procedimientos y leyes que buscan preservar la dignidad del cuerpo, antes de preocuparse de los vivos. Sucede exactamente lo mismo con procedimientos anticonceptivos y la cristiana determinación de definir la “vida humana” como sagrada desde la fecundación (desde el zigoto); mientras nadie permitiría que animales a su cargo se reproduzcan a un punto tal que ya no sea posible mantenerlos; la idea de que “el animal humano” es “especial” ha logrado que sugerir o mencionar que las mujeres tengan control pleno sobre el número de hijos que tendrán o el momento en que los tendrán sea una idea muy poco popular, incluso entre las mujeres hay muchas que no quieren saber nada de “matar un bebe indefenso”. Algunas personas creen que es un asesinato; ‘legalizar el aborto o la droga sería un genocidio’, nos han dicho nuestros líderes desde que tengo memoria, y como la mayoría de cosas que nos han dicho son mentiras, son supersticiones, son pensamientos vacíos que nos hacen sentir bien y que por ende, muy pocos se toman la molestia de cuestionar.
Los “restos mortales” de los Homo sapiens, nuestros restos de “criaturas sagradas” poseedoras de inteligencia, alma, razón, “algo” (aunque nadie sepa explicar qué, exactamente[10]) que los diferencia del resto de los animales, en lugar de descomponerse y volver a ser parte de la naturaleza, deben recibir “cristiana sepultura” (al menos en la parte cristiana del mundo), esperar en las mejores condiciones posibles el día del juicio final, el regreso de Jesús, para que juzgue “a los vivos y a los muertos” llevamos 2012 años esperando su regreso. Costumbres como donar órganos a la ciencia, a otras personas o la cremación, casi no se practican. ¿No nos perjudican dichas creencias a todos? ¿No perdemos todos los ciudadanos una parte de terreno que podría ser casas, bosques, bibliotecas, hospitales o cualquier otra construcción útil? El ejemplo del cementerio es minúsculo comparado con el ejemplo de las cárceles, que son otra costumbre medieval (de la colonia, que fue nuestro medioevo), otra herencia [despreciable] de la Iglesia y la religión, dónde hoy en día torturamos miles de seres humanos para que “el mal se aleje del pueblo”, si seguimos tales métodos ¿Debería sorprendernos que el índice de criminalidad se eleve constantemente? Las consecuencias de las leyes penales son nefastas, implican que un ser humano terminará encerrado en una jaula (sobrepoblada, quizás con toda su familia) con todo el sufrimiento que esto implica, la sentencia de Horacio es devastadora ¿y si fuera usted quien tuviera que enfrentarse a la amenaza de una jaula? Basar estas leyes en supersticiones cristianas, sobre el sexo y la droga, en supersticiones de hace siglos, en lugar de usar las leyes –el producto de la razón- para protegernos de esas leyendas; ha sido un craso error como espero demostrar claramente.
La superstición y la ignorancia han jugado un papel fundamental en retrasar a todo el tercer mundo, la superstición se vuelve sagrada –a prueba de críticas- si se le llama religión, todos los practicantes de alguna religión pueden ver claramente que todos los demás ritos religiosos, todas las demás creencias, están erradas, salvo las propias. Las religiones se libran de pagar impuestos, e incluso son subvencionadas y apoyadas por el gobierno de turno; la religión cristiana, ha ofrecido consuelo, guía espiritual y todo tipo de soluciones imaginarias a la gente más pobre a cambio de dinero, desde hace siglos, es decir, ha colaborado en mantenernos pobres e ignorantes; la explicación sobrenatural, para la mayoría de los ciudadanos [y los medios de comunicación] va de par en par con la racional, si es que alguna vez se menciona la explicación racional, sencilla y lógica.
La opulencia de las construcciones religiosas en contraste con la pobreza de los barrios donde operan es obvia y resulta obscena. El catolicismo, el cristianismo (o el islam) solo pueden florecer en el tercer mundo, lleno de gente desesperada y pobre; algunas de las sagradas creencias de la Iglesia, son la causa fundamental de mantener al tercer mundo en niveles de subdesarrollo, empezando por su intervención en la educación [en la tierna infancia] para que parezca normal, justa y necesaria la perpetuación de mitos medievales, pues ninguna persona mayor de edad tomaría en serio las leyendas de la religión si no se atrofiaran sus cerebros desde la niñez. Las esperanzas de salir de la pobreza en el corto plazo son, por ende, mínimas; la única nación cristiana en el primer mundo son los Estados Unidos [para desgracia particular de Bolivia, que como si estuviera enferma, para colmo hubiera caído en manos de uno de esos rezadores cristianos que prefieren orar, ayunar o realizar algún otro sacrificio, antes de permitir una –muy necesaria- transfusión de sangre u operación que contravenga su libro sagrado].
 Las naciones más avanzadas, con mayor ingreso per cápita, con mayores esperanzas de vida, con salud y educación de calidad accesible a toda la población –luego de siglos de lucha entre católicos y protestantes- han dejado de subvencionar la religión por completo y han empezado a progresar geométricamente: Suiza, Suecia, Canadá, Holanda, Alemania, Australia, Nueva Zelanda[11], son solo algunos ejemplos donde los creyentes pueden pagar [si lo deciden] sus contribuciones a sus iglesias junto con sus impuestos, donde la religión está en declive. Aunque claro, la creencia en Dios en algunos casos simplemente ha sido reemplazada por la creencia sagrada [sin pruebas] en platillos voladores secuestrando personas para hacer experimentos o dejando señales en campos de trigo, antiguas culturas extraterrestres que visitan (o han visitado) sigilosamente la tierra, fantasmas, espíritus que se comunican con los vivos, zombis, vampiros u otras insensateces (la Iglesia Católica sigue practicando exorcismos si lo juzga necesario) que desde luego no reciben subvención o apoyo alguno de los Estados, ni son base de ninguna ley; en contraste Bolivia, Haití, Guatemala, Honduras, Santo Domingo, Puerto Rico, Sierra Leona, o el Congo, entre otros países son extremadamente pobres y son altamente religiosos. Esto simplemente quiere decir que la desesperación de las personas, pobres, privadas de educación y hospitales, gracias a los prohibitivos precios de la salud y la educación, los ha llevado a aceptar todo tipo de supersticiones ofreciendo consuelo y explicaciones, pensamientos bonitos que los hagan sentir bien, por ejemplo que si realizamos alguna actividad inútil como sacrificar una gallina [un criminal o una bruja, el mismo término chivo expiatorio, deviene de un chivo que era abandonado para morir en el desierto para que se lleve los pecados y el mal se aleje del pueblo], o si realizamos algún otro ritual mágico, el mal se alejará del pueblo, y recuperaremos la salud o vendrá la prosperidad. El propósito del presente libro es demostrarle que encerrar personas en jaulas por algunas supersticiones medievales y esperar que de este modo se solucione “el problema del crimen” (que es un problema real) es ridículo, si usamos esos escasos recursos para solucionar los problemas de verdad, si usamos la ciencia –el pensamiento racional basado en pruebas- en lugar de la superstición, tendremos mayores oportunidades de salir de la pobreza.




[1] Si lo sabré yo que terminé encerrado en una jaula en la cárcel de San Pedro [solo] por consumir marihuana en la privacidad de mi cuarto, no es que haya aportado en lo más mínimo al narcotráfico, de hecho me alejé por completo de sus “garras”, plantando marihuana para mi propio consumo, y despertando al mismo tiempo una enorme pasión por la biología. Yo hacía crecer plantas para luego consumirlas, todavía no entiendo como este comportamiento afectaba a la “salud física y moral de la humanidad”, cuando le pregunté al fiscal como se podía justificar tan tremenda persecución penal sin que yo haya afectado los bienes jurídicos de nadie, me dijo –con toda la altivez que puedo imaginar-: “de eso me encargo yo” [lo que en cuestión de horas se convirtió en cargos inventados en mi contra y en contra de mi padre], cuando le pregunté por qué entraron a mi casa entre 10 ó 12 personas fuertemente armadas si es que yo nunca le había hecho daño a nadie. Me respondió –con la fórmula sacramental señalada por Alison Spedding, otra presa por la 1008- que “fue un trabajo de inteligencia”, según los jefes de la FELCN, me habían seguido por días, cosa que no puedo creer ya que no acostumbro fumar en la calle. No puedo dejar de preguntarme, que pasaría si usáramos la décima parte de aquellos recursos –de esa supuesta inteligencia- en perseguir gente que roba, viola o mata, en lugar de perseguir crímenes de peligro abstracto [imaginario] como el narcotráfico, y específicamente en mi caso, por plantar marihuana para mi propio uso. Luego me enteré por los diarios y la televisión que los jefes de la FELCN habían inventado que mi familia y yo [el clan Guzmán] distribuía drogas en la zona sur, la Alonzo de Mendoza y la Garita de Lima (que era más cerca de mi casa), que éramos micro-traficantes, el fiscal determinó que mi casa debía a ser incautada y que mi padre [que no había cometido otro delito que tratar como ladrones a los policías que habían entrado a mi casa –a robar mis plantas y encerrarme en una jaula, para luego extorsionar a mi familia a cambio de dejarnos salir, con permiso de algún juez- debido mayormente al alcohol, que lo había librado de todas sus inhibiciones] debía ser encerrado conmigo en San Pedro por no haberme denunciado. ¿Qué pasaría si las personas pudieran ser encerradas en una jaula por masturbarse? ¿Y los padres tuvieran que denunciar a sus hijos o exponerse a ser castigados? ¿Qué clase de país pobre y subdesarrollado resultaría de buscar mantener la moralidad por tales medios? Viví alrededor de 9 meses en San Pedro, mientras espero mi juicio corrijo estas líneas, sigo convencido de que luego de haberme encerrado en una jaula no se ha alterado la realidad del narcotráfico y el crimen ni un ápice.
[2] Al menos eso dice el antiquísimo credo. Las chullpas, la forma de entierro antes de la colonización, en esta parte del mundo, también disponía que la posición más adecuada al momento en que los hijos del sol sean llamados por su padre, sea adoptada al momento de enterrar los cadáveres, eran enterrados como arrodillados, esperando que los llamen listos para levantarse.
[3] Solo para señalar lo obvio, ¿cómo puede existir una vida sin el concepto de muerte?, Borges escribe que la muerte hace hermosos y únicos a los hombres.
[4] En el caso de Leonardo, tenía “licencia artística”, por lo que no lo mataron en la hoguera.
[5] Carl Sagan, “The demon-haunted world” pg. 8.
[6] La Iglesia siguió acusando a los judíos por “deicidio”, por el asesinato de Dios, hasta que en las fechas del Vaticano II (1964)  se decidía, finalmente, que tales imposturas ya no podían mantenerse públicamente.
[7] Según el Papa León XII hacia 1829.
[8] Ampliamente usada y reconocida como medicina por toda Europa y algunos estados Americanos, precisamente para aliviar los efectos de la quimioterapia entre otros usos médicos reconocidos, www.rxmarijuana.com.
[9] Si una persona da su consentimiento (por escrito) para que se le practique la eutanasia en caso de caer enferma y ser necesario, a los ojos de la iglesia esto debería ser considerado un suicidio y por ende debe ser prohibido (Bertrand Russell, en “Ciencia y Superstición”).
[10] Simplemente es un error de percepción, cuando pensamos algo parece que estamos hablando con alguien, ergo, hay alma, al menos eso concluyó algún homínido hace unos cuantos miles de años, luego lo llamaron conciencia, ego, yo, u otros nombres eruditos. Es sin embargo, simplemente [interpretando a Daniel Dennett] un subproducto, una ilusión, algún mecanismo, un colector de recuerdos, que era necesario para sobrevivir, en la sabana africana; los perros tienen un sentido del olfato superior, nuestro cerebro [análogamente], nuestra inteligencia nos ha ayudado a encontrar miles de formas de adaptarnos y sobrevivir, sufrimos una serie de ilusiones y engaños [a los que llamamos realidad] que se almacenan en la memoria a largo plazo en lugar de perderse para siempre una vez procesadas por las neuronas y le ponemos nombre y apellido a ese subproducto, a ese juego de nuestro cerebro, los míos son Simón Guzmán.
[11] Padre Gregorio Iriarte “análisis crítico de la realidad contemporánea” pg. 29, 13va. Edición.

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